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Xavier Aldekoa. «Saber tener fuerte el corazón y conservar la amabilidad del alma»

Por: Adrián Roque, alumno del Máster en Periodismo de Viajes 2023.

Saber tener fuerte el corazón y conservar la amabilidad del alma

África es todo un océano demasiado grande para ser descrito. Un planeta aparte. Sólo por una convección reduccionista, por comodidad, decimos “África”. Ryszard Kapuściński describió así el gran continente al sur de este mundo y Xavier Aldekoa siempre soñó con explorarlo de punta a punta y contar qué se perdía la humanidad de aquel maravilloso lugar.

Parecer pesado.

Un encargo de entrevista a alguien relacionado con los viajes era la oportunidad perfecta para conocer a quien me hizo descubrir mi pasión por el periodismo. Era 2019 y, debatiéndome constantemente si debía seguir mis estudios universitarios, una compañera me regaló Océano África, su primer libro. Tras la portada, un post-it. En el post-it, una frase: “para que con este libro te entren las ganas de seguir en la carrera”.

Yo ya le había interpelado antes con intención de entrevistarle. “Sin problema” me dio su teléfono acordando que le insistiese sin creer que era uno de esos periodistas altivos. “Si no contesto, insiste. Nunca leo los WhatsApp. No te preocupe parecer pesado”. A mí, lo de parecer pesado me había sonado siempre a una de las mayores hipérboles de mioficio. Prefiero ver al periodista como alguien insistente. Incansable.

No tardó demasiado en contestarme. Suele pasar con aquellos que saben que tienen un defecto, que intentan agrandarlo para que en la realidad parezca menor su falta. “Hola, Adri. Quedamos en La Vanguardia y me entrevistas en alguna sala que encontremos vacía. ¿Va bien?”. Iba perfecto, dije yo, y me apunté la dirección.

Mil marcas en los libros.

Después de un control de seguridad y revisión de explosivos, pude entrar en el edificio de uno de los diarios más influyentes de mi carrera. Él me esperaba en la séptima planta, cerca de su despacho. Tras entrar en una sala con paredes acristaladas y unas vistas magníficas a la Diagonal me dio paso a hacerle todas las preguntas que quisiera.

Con una mezcla de vergüenza y admiración, extraje de la mochila sus tres primeros libros subrayados y marcados con etiquetitas de colores hasta la saciedad. Azul para los mejores capítulos, verdes para mis preferidos, rosas para consejos, amarillos para datos curiosos. Mis libros de Aldekoa habían devenido en un arcoíris de entusiasmo por un continente que me empezó a enamorar desde que leí su primer publicado.

­—Pocas veces me he sentido tan ignorante como cuando leí Océano África por primera vez—empecé la entrevista—. Y si yo me sentí así me preguntaba cómo era vivirlo. ¿También se siente uno ignorante?”

—Fíjate, creo que me siento mucho más ignorante ahora que al principio. En mis inicios iba a obtener respuestas todo el rato. Quería explicar, hacer reportajes y escribir crónicas. Conforme va pasando el tiempo me voy dando cuenta de la enormidad del continente, de su diversidad y de que hay muchísimos códigos que no entiendo. Es ahí cuando te das cuenta de verdad de lo ignorante que eres y la cantidad de cosas que ni si quiera no sabes que no sabes.

La entrevista.

Además de hablar de guerras, corrupcióny hambre, siempre dejas muy patente la belleza de cada país. Es difícil entendercómo puede alguien encontrar belleza en tantas penurias. ¿Qué es lo que te hace amar el continente por encima de sus problemas?

Hay una cosa que me preocupa mucho cuando me acerco a África: no dejarme embaucar por la belleza. África es preciosa, pero me pasa igual que con las relaciones, si te dejas guiar solo por la belleza de tu pareja estás condenándola relación. Ver los defectos que tienen los países a los que viajo y explicarlos es una forma de acercarte al continente. Amo África por su gente, pero África es una imperfección constante.

Sin duda, la gente es maravillosa. Dice David Jiménez en su libro El lugar más feliz del mundo que “la capacidad de la condición humana para destruir solo es comparable a su determinación de empezar de nuevo”.

La gente de allí es transparente para lo bueno y para lo malo. En mis viajes he visto la maldad más absoluta y, en la misma persona, héroes. Recuerdo a un joven de 14 años congolés que llegó a ser capitán de un grupo rebelde. Para ello debes haber asesinado, violado y torturado, según me contó. Justo antes de huir de su grupo rebelde, cogió de la mano a tres niños de apenas diez años que estaban formándose en él.

Una heroicidad ilógica.

Sí, porque si te escapas y te pillan sabes que lo mejor que te puede pasar es que te maten rápido o, en el peor de los casos, que te torturen delante del resto para dar ejemplo. Si es difícil escapar solo, imagínate hacerlo con tres niños a tu cargo. Pero justo en ese momento, ese rebelde decidió ayudar al prójimo. Por eso en África no ves una dicotomía entre gente buena y mala, sino que hay quien es héroe y villano en su misma historia.

Es difícil creer que sociedades con heridas tan grandes sean capaces de dejarlo todo atrás y hacerlo a nada. ¿Crees que países con problemáticas tan intrincadas en lo más profundo del pueblo serán capaces de empezar de nuevo?

El problema es que cuando hablamos de países muchas veces no hablamos del pueblo. Hay una cantidad de intereses geopolíticos ocultos que desconocemos. Ellos no dejan de matarse no porque las personas no quieran la paz, sino por los intereses exteriores e interiores que hay por parte de las élites. La voluntad del pueblo es obviamente salir adelante, pero darle la responsabilidad de conseguir acabar con la guerra es peligroso.

¿Los intereses ajenos al pueblo están por encima de lo que el pueblo quiere?

Siempre. La victoria y la derrota muchas veces no están en su mano. Al menos en lo que a la guerra respecta. El pueblo solo es dueño de la victoria moral y diaria de quienes se levantan y siguen intentándolo, pero a nivel de país la guerra no va con ellos.

Leyendo tus libros me he dado cuenta de que, a pesar de haber visitado varios países, yo no he hecho un viaje en mi vida. He hecho turismo. Un viaje es empaparse de la historia, la gente, los conflictos y sus motivos. ¿Crees que una de las principales problemáticas de África es que la gente va a hacer turismo en vez de ir a hacer un viaje?

No lo creo. Es normal que la mayoría de gente quiera hacer turismo en África. No les culpabilizaría demasiado. La mala visión que tenemos del continente viene dada por los medios de comunicación, los comentarios políticos o los discursos de las oenegés que comercializan con fotografías de niños rodeados de moscas muriendo de hambre. Es eso lo que más pesa, por encima, sin duda, del turista.

Te refieres a que la verdadera diferencia no está entre hacer turismo o hacer un viaje, sino entre entender África o ir a verla.

Exacto. Quien viaja e intenta mirar de otra forma no puede ni debe sentirse culpable. Obviamente un turista viaja para apreciar las maravillas de África, sus animales, probar su comida y ver los paisajes, pero insto a ampliar un poco la visión y salir de ese cascarón. No pido que se haga un viaje como haría un periodista y empaparse de los conflictos, la historia y las sociedades, pero sí ir con una mentalidad mucho más abierta.

Siempre, al final de tus tres primeros libros hablas de tu pareja y le agradeces el guardarte las llaves de casa. Me parece un gesto muy humano que demuestra lo difícil que es este trabajo. Está el miedo a irse por un periodo largo y que al volver todo haya cambiado, que uno haya cambiado, que no espere nadie con las llaves en casa porque se haya cansado. ¿Has sentido alguna vez ese miedo?

Yo tengo una suerte importante con mi pareja. Mi viaje por el Congo es seguramente el más difícil que he hecho. Ella lo sabía. He de decir que Júlia no es nada dramática, pero un día, en verano, antes de mi viaje me dijo: si te pasa algo ¿qué canción quieres para tu funeral? Para mí, esa pregunta recoge la esencia de lo que es querer a alguien, que es quererle libre. Entender que yo me construyo a partir de viajar y que lo acepte. No una aceptación indiferente, sino comprendiendo y queriendo.

Supongo que te pasa como a la enfermera Betty, de Sudán del Sur, en el capítulo El rey shilluk está enfermo, de Hijos del Nilo. Cuando le preguntas: y tú, Betty ¿por qué sigues viniendo cada día? Y ella te responde: alguien debe venir. Si no, ¿quién? ¿Sientes esa deuda con África?

Sí, pero no con una sensación de tener que salvar a nadie. Me apasiona y me hace sentir muy vivo el viajar, tengo que poner eso siempre por delante. Evidentemente me gustaría que las cosas cambiaran y en mi oficio debe de haber algo de compromiso, pero no creo que vaya a cambiar el mundo ni conseguir que la gente se interese por África. Sin duda yo vuelvo al continente porque me gusta, no es un sacerdocio ni una deuda.

Tienes un capítulo en Océano África que se llama Mi hermana en el que narras la primera vez que lloraste en África. Fue en Togo. Tú vas por países llenos de penurias y calamidades, ¿cómo se prepara uno mentalmente para un viaje así?

Las primeras veces había muchísima inconsciencia. Nunca he ido al psicólogo ni a terapia. Yo echo a andar. Adoro caminar cuando hay un problema. Además a mi familia le importa poco mi trabajo, lo ven como un oficio más. Eso es algo que me ayuda, porque de no ser así, pensaría que mi labor es tan importante que merece que me hunda con ella.

Entonces, ¿prefieres normalizar lo que ves en tus viajes?

Sé que no lo es, porque en mis viajes veo cosas muy bestias por la mañana y por la tarde estoy descorchando una botella de champán porque es el cumpleaños de mi madre. Todos sabemos que hay niños que se mueren de hambre y por la noche hay alguien cenando en un restaurante entre risas, o incluso al mismo tiempo. La diferencia es que yo lo veo de primera mano. Cortázar tiene una frase que tengo marcada: el truco es volverse fuerte de corazón sin perder la ternura del alma.

Después de África.

La marca. Un periodista en pleno siglo XXI debe tener una marca, algo que le caracterice y lo distinga del resto. Aldekoa es África y sus países. Los conflictos internacionales que afectan al continente, las historias de las personas que viven y vagan huyendo de guerras que no les corresponden, el hambre que no se palia más que con ayudas de estados nada desinteresados que si bien aportan comida, roban los bienes naturales.

—Sé que lo que te distingue a ti son los viajes al continente africano, pero si te pregunto qué hay después de África, ¿sabrías responderme? —le pregunté. O le dije, con esperanza de una buena respuesta para cerrar mi entrevista—. ¿Nunca te has planteado cambiar el rumbo de tus viajes a otra zona del mundo?

Luego un silencio. El sol seguía incidiendo por la cristalera de La Vanguardia y la Diagonal se veía tan abarrotada como de costumbre desde las alturas. Me miró como quien ha contestado esa pregunta miles de veces en su interior, o como quien la ha contestado miles de veces en miles de entrevistas. Los periodistas solemos creernos originales cuando preguntamos. Normalmente no lo somos. Nadie lo es.

Las historias y las personas existen en cualquier sitio —comenzó—. No tiene demasiado sentido circunscribirse a África, lo sé. Me interesa todo el mundo, pero ya es suficientemente complejo y extenso ese maravilloso continente como para creer que ya lo he abarcado del todo. Me interesa el mundo, en general. Pero si quieres entender el mundo, tienes que entender África.