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Laureano Debat: «Mi manera de saciar la curiosidad es hacer periodismo»

Por: Wendy Szmid, alumna del Máster en Periodismo de Viajes 2022.

Laureano Debat (Lobería, Argentina, 1981) es mucho más que un periodista o cronista cultural. Es un enamorado de la literatura que viaja de Argentina a España para cursar el Máster en Creación Literaria en la Universidad Pompeu Fabra. Desde este punto de partida, elige narrar la experiencia de su primer año en Barcelona en los libros “Barcelona Inconclusa” y “Casa de Nadie”. Un hombre impulsado por la curiosidad, con una gran afición a contar historias e indagar en lo más profundo de ellas.

Hablando sobre tu historia, tus inicios y estudios… ¿cómo nace tu interés por el periodismo y la escritura?

Yo creo que nace desde la escuela primaria. Mis padres siempre fueron muy lectores -los dos-. Ninguno es profesional de la escritura ni nada parecido, mi mamá es kinesióloga. Y mi papá trabajaba en un banco. Pero ambos leían mucho. Siempre vi muchos libros en casa y empecé a incorporar la lectura. Después me di cuenta en el colegio que lo que más me gustaba, eran las redacciones. No sé, hacer un texto y que quien lo lea esté deslumbrado. Además al empezar, me
enamoré de mi maestra joven. Yo siempre tuve maestras muy viejas, pero me acuerdo que cuando tenía diez u once años, estaba enamoradísimo de una que tendría 30 años aproximadamente en ese momento. La quería deslumbrar escribiéndole cuentos y toda “esa cosa infantil”. Después hice un taller literario con mi padre, donde empecé a leer a Borges, a Cortázar…

Así como de manera más concienzuda, más analítica. Después de la secundaria, ya estaba entre estudiar Letras o Periodismo.

Yo vivía en Lobería, en la provincia de Buenos Aires, y me fui a estudiar a La Plata. No sabía bien qué hacer. Elegí periodismo porque creía que me iba a facilitar más la salida laboral (si bien sabía que eran dos oficios muy precarios). Creía que tenía más posibilidades o más cosas que hacer con el título de periodismo que con el título de letras, con el que solo podés hacer… bueno, filología, investigación o docencia. Siempre dentro del periodismo, seguí con lo literario. Me dediqué a la crónica literaria.

¿Y además de tus padres, hubo otras figuras que te inspiraron en el camino para convertirte en cronista?

Me ayudó mucho el hecho de que ya existieran generaciones anteriores a la mía, que fueran una verdadera fuente de inspiración. Bueno, Caparrós, ni hablar. Christian Alarcón, Leila Guerriero, Josefina Licitra, Juan Pablo Meneses… Había todo un ecosistema de cronistas que empezaron a hacer algo más, más jugado, más arriesgado. Comencé a reflejarme en ese tipo de gente y a tener claro que se podía hacer algo literario con la crónica. En esos años todavía estaba presente esa idea de que “la gente de letras es de letras, y la de periodismo, de periodismo”. Y no es así.

«El cronista puede incluir poesía, literatura…
Todo está mezclado. Una crónica puede ser muy
potente»

Esto inició como una tradición latinoamericana y ahora se está dando en España también, porque en Europa hay cada vez más crisis. Cuando eso ocurre la gente se vuelca a leer más libros de no-ficción, a indagar más sobre historias reales.

¿Cómo fue entonces que llegaste a España?

Fui ayudante de varias asignaturas hasta que me metí en una que se llama Taller de Escritura Creativa, donde empecé a estar en mayor contacto con la crónica. Luego trabajé en algunos medios periodísticos hasta que se me dio la oportunidad de aplicar para una beca para estudiar en Barcelona en el año 2009 -la daban los casales catalanes-. Fui a hacerles una entrevista para un periódico, me contaron ellos mismos lo de la beca y me invitaron a estudiar catalán en La Plata. Fueron dos años excelentes. Saqué un nivel B en el idioma, apliqué y entré. Me dieron un año pago de estudios en Barcelona.

¿Recordás ese primer año en Barcelona? ¿Cómo te marcó esa experiencia?

Fue excelente. Mi mejor año en Barcelona. En tu primer año estás a tope. Estás descubriendo que todo es fascinante y estudiando un Máster (después ya viene el tema laboral y todo lo demás, aunque no quiere decir que todo vaya peor). Estudié el Máster de Creación Literaria de la Pompeu Fabra. Y bueno, he vivido en Barcelona unos diez años hasta que llegó la pandemia. Yo estaba saliendo con una chica de Zaragoza y me enamoré y me vine a vivir con ella. Ahora estoy en un limbo porque cada vez que voy a Barcelona, me fascina… Zaragoza no está mal y los alquileres son más baratos, pero es una ciudad que, francamente, veo con mucha indiferencia.

Bueno, volviendo a lo nuestro, empiezo en ese momento a meterme en el tema de los viajes y a investigar más. Claro, empecé a viajar mucho más que cuando vivía en Argentina. Allí también viajaba, pero claro, es diferente. El Cairo está a dos horas de Barcelona, ¡a dos horas en avión!

Si bien participé de algunos viajes de prensa, no era mi idea hacer periodismo de viajes. Hasta que en Barcelona empecé a colaborar con algunos medios, sobre todo con Altaïr Magazine. Hice algunas notas para National Geographic, crónicas de viajes para Catalunya Plural (un periódico digital) con patrocinio de la aerolínea Vueling que nos pagaba los tickets de avión “de aquí para allá”.

Entonces escribí “Barcelona Inconclusa”, un libro de viajes también, que reflejaba mi vida turística como extranjero en Barcelona. Era un viaje interno mío y un viaje en sí mismo también…

En ese primer año y desde tu lugar de estudiante, ¿cuáles sentiste que eran las mayores diferencias entre el sistema educativo argentino y el español?

En la Pompeu Fabra tuve buenos y malos profesores. Materias de relleno y materias muy buenas. De todas maneras, hay muy buen nivel en ambos países. Lo que los diferencia, es que en Argentina se trabaja con poco dinero y se hace mucho, con gran voluntad y se trabaja muy bien. Y aquí con tan poco dinero no se trabajaría así de bien. Hay una cuestión más voluntariosa en Argentina.

En una nota tuya, indicaste que “nunca en la historia se ha leído tanto como en la actualidad”. ¿Cómo explicarías esto, viviendo en un mundo tan digitalizado?

Bueno, está bien lo que decís y es una cultura que le da cada vez más importancia a la imagen y a los videos. Pero hay varias razones por las que yo creo eso. Primero, justamente por el tema digital: Nos enfrentamos a demasiados temas con mucha cantidad de texto, como nunca en la historia de la humanidad. Antes de los móviles, podías estar días o meses sin leer nada si no te interesaba. Estamos cada vez más enfrentados a textos. También el porcentaje de escolarización es cada vez mayor. Hay más gente que sabe leer. Y después están los índices, los números de la pandemia. Hace dos años, las librerías en España por lo menos, han batido récords de ventas.. Mucha gente se volcó a la literatura, contra todo pronóstico.

¿Actualmente, en qué estás trabajando? ¿Cuáles son tus desafíos?

Estuve dando clases en un máster en Ecuador, en la Universidad de Guayaquil, de un curso entero virtual.

«Y ahora voy a publicar una novela que sale en noviembre. Ya
está escrita. Le estoy dando los toques finales. Justamente sobre
parte de mi primer año en Barcelona, de lo que viví compartiendo
piso con dos prostitutas, que eran madre e hija».

Fue casualidad. Yo llegué al piso y me enteré porque la veo a una de ellas disfrazada de enfermera, con portaligas y todo, esperando un cliente a las once horas de un martes, un día como hoy. Ahora imagínate, salir de tu casa y ver a tu compañera y a un cliente sin ningún tipo de información previa. Este libro trata sobre la historia de ellas y estos nueve meses de convivencia.

¿Y cómo fue esa experiencia? Porque viviendo una situación adversa en un piso compartido, quizás lo primero que se te pasa por la cabeza es “cómo salgo de acá”. ¿Tuviste algún tipo de conflicto? ¿O simplemente quisiste saber más?

Me pasó que, en primer lugar, yo me llevaba muy bien con ellas. El único conflicto tuve que me preocupaba por mi seguridad y por la de ellas. Porque recibían gente en nuestra casa, cerca de Plaza Letamendi. Pero yo iba buscando historias. Y esta fue como un regalo. Me resultaba fascinante. Me costó muchos años desnaturalizarla para escribirla, darle la forma que quería.

La casa era grande así que yo no veía mucho. Pero claro, me fui dando cuenta de distintas cosas con el tiempo mientras vivía ahí. Y esos nueve meses fueron como una especie de entrevista. Poco a poco se fueron soltando, me iban contando lo que les sucedía. En el libro no hay nada de ficción. Realmente hay mucha tela que cortar en la historia. Viví una especie de experiencia de prostitución doméstica diferente, desde el otro lado. Era como como si la prostitución fuera un escenario. Y ellas van y actúan. Pero yo vivía en los camerinos, digamos, en la parte más sórdida, donde tomaban pastillas para la depresión o para el pelo. Una de ellas tenía problemas con el alcohol y las drogas. La otra iba mucho al gimnasio. Aparecían maquilladas, semidesnudas en la casa. Todo eso viví. Y todo eso aparece en el libro “Casa de Nadie”. En simultáneo, mientras lo escribía, leí mucho sobre prostitución: por ejemplo, novelas del siglo diecinueve de Francia, siempre con la prostituta como figura destacada y testimonios.

Imagino que es un tema que hay que tratarlo con mucha sensibilidad. Por eso te habrá tomado tanto tiempo escribirlo, porque no es fácil. ¿No?

Sí, sí, sensibilidad y mucha empatía. No juzgar en lo absoluto. No me meto en el tema del “debate del momento” porque no es el tema del libro y pertenece al feminismo, es decir, de gente que conoce el tema. He leído mucha documentación sobre eso y es un tema muy complejo.

También estoy trabajando junto a Marta, mi pareja, que también es escritora, en un proyecto sobre los pueblos de colonización de España. Desde hace dos o tres años, que estamos viajando por los pueblos de la España profunda, ultra profunda, pero muy profunda. Ella nació en un pueblo colonización. Yo estuve años en Barcelona sin saber del tema, hasta que la conocí a Marta. Es un proyecto que significó que la construcción de más de casi 300 pueblos entre los años 40 y 70.

En este camino que tomaste, tu migración al exterior y tu construcción como periodista y cronista, ¿cuáles son los pilares que te ayudaron a sentar tus bases?

En primer lugar están mis padres. Que me dijeron: “Estudiá lo que quieras”. Y era un esfuerzo para ellos mandar a un chico a estudiar a 500 kilómetros de su ciudad natal, con todo lo que eso implica, como los gastos de alquiler. Durante los primeros de universidad, no trabajé. Fueron tres o cuatro años en los que me bancaron mis viejos hasta que pude conseguir algo. A veces tus padres te dicen: “Okey, pero estudiás algo útil”. ¿Depende de qué tipo de padre te toque en la vida, no? Y eso se los agradezco mucho. Y también tuve grandes profesores que me guiaron en el camino.

«Creo que mi base como periodista hoy está, sobre todo, en saciar curiosidades. Mi manera de saciar la curiosidad es hacer periodismo. A partir de eso construyo. Por supuesto, se necesita tiempo. Momentos de investigar y conocer. Incluso sobre cosas que a veces a uno pueden gustarle o no. Y hay tantas cosas que me generan curiosidad, que a veces el tiempo no alcanza…»